No hay
docencia sin discencia
No hay docencia sin discencia, ósea, no se puede enseñar
si no hay un agente educativo, al cual entregarle herramientas, aparte de
aprender de esta misma persona. Para Freire es fundamental que varios saberes entren
en juego en la práctica docente, como, el rigor metodológico, la
investigación, ya que como docentes tenemos que estar abiertos a seguir
investigando, indagando en las formas de aprendizajes, y además, conocer a los
alumnos, “..Interviniendo educo y me educo”. El hecho que los educandos vengan
de familias, poblaciones distintas, hace que traigan distintos saberes al aula,
no todos los alumnos, además, tienen la misma formación valorica, y por esto
como docentes tenemos que fomentar el respeto, mediante el ejemplo, a
todos esos saberes que los niños tiene, y tomarlos para que los
aprendizajes en la sala de clase sean significativos.
Si en mi
experiencia de mi formación, que debe ser permanente, comienzo por aceptar que
el formador es el sujeto en relación con el cual me considero objeto, que él es
el sujeto que me forma y yo el objeto formador por él, me considero como un
paciente que recibe los conocimientos-contenidos-acumulados por el sujeto que
sabe y que me son transferidos. En esta forma de comprender y de vivir el
proceso formador, yo, ahora objeto, tendré la posibilidad, mañana, de tornarme
el falso sujeto de la “formación” del futuro objeto de mi actor formador.
Es en este sentido como enseñar no es transferir
conocimientos, contenidos, ni formar es la acción por la cual un sujeto creador
da forma, estilo o alma a un cuerpo indeciso y adaptado. No hay docencia sin
discencia, las dos se explican y sus sujetos a pesar de las diferencias que los
connotan, no se reducen a la condición de objeto, uno del otro. Por eso quien
enseña aprende al enseñar y quien aprende enseña al aprender.
·
Enseñar
exige rigor metodológico: unas de las tareas primordiales de
educador es trabajar con los educandos el rigor metodológico con que deben
“aproximarse a los objetos cognoscibles. Este se trata de cómo enseñar no se
agota en el tratamiento del objeto o del contenido, hecho superficialmente sino
que se extiende a la producción de las condiciones en que es posible aprender
críticamente.
·
Enseñar
exige investigación: no hay enseñanza sin investigación ni
investigación sin enseñanza. Mientras enseño continuo buscando, indagando.
Enseño porque busco, porque indague, porque indago y me indago. Investigar es
una buena forma para conocer lo que aun no conozco y comunicar o anunciar la
novedad.
·
Enseñar
exige respecto a los saberes de los educandos: por
eso mismo pensar aceptadamente impone al profesor o, en términos más amplios, a
la escuela, el deber de respectar no solo los saberes con que llegan los
educandos, sobre todos los de las clases populares-saberes socialmente
construidos en la práctica comunitaria.
·
Enseñar exige crítica: la
superación y no la ruptura se da en la medida en que la curiosidad ingenua, sin
dejar de ser curiosidad, al contrario, al continuar siendo curiosidad, se hace
crítica.
·
Enseñar
exige estética y ética: la necesaria promoción de la ingenuidad
a la crítica no puede o no debe ser hecha a distancia de una rigurosa formación
ética y al lado de ella la estética. Decencia y belleza de acuerdo.
Enseñar no es transferir conocimientos
Saber que enseñar no es transferir conocimientos, sino
crear las posibilidades para su propia producción o construcción. Cuando entro
en un salón de clases debo actuar como un ser abierto a indagaciones, a la
curiosidad y a las preguntas de los alumnos, a sus inhibiciones; un ser crítico
e indagador, inquieto ante la tarea que tengo la de enseñar y no transferir
conocimientos.
Ninguna autoridad docente se mueve sin la seguridad que
el profesor tiene de sí mismo, esto se funda con la competencia profesional.
Aquel profesor que no toma en serio su trabajo, y no dedica tiempo a este, no
tiene la suficiente fuerza moral para coordinar las actividades.
La autoridad, de la que habla Freire, se basa en el respeto mutuo, por parte de los docentes y alumnos, de relaciones justas, serias y humildes. Las libertades de los actores educativos están ligadas a asumir los actos que cada uno realizan. La libertad y la autoridad se asumen éticamente, lo que le da un carácter formador al espacio pedagógico.
El educando que ejerce su libertad, y en cuanto más libre se vuelva más éticamente asume la responsabilidad de sus actos. De esta forma va fundando su autonomía, ya que esta consiste en la responsabilidad asumida.
El no faltar a la verdad, a la hora que alguna pregunta, por parte de algún alumno, hace no faltar a nuestro compromiso ético. Como profesores tenemos el compromiso de seguir preparándonos y adquiriendo conocimientos, además del compromiso por cambiar las cosas.
La educación, especificidad humana, como un acto de intervención en el mundo, generar cambios de conductas, y en el pensamiento colectivo en donde se lleva a cabo el acto educativo. “… una pedagogía de la autonomía tiene que estar centrada en experiencias estimuladoras de la decisión y de la responsabilidad, valga decir, en experiencias respetuosas de la libertad”.
La autoridad, de la que habla Freire, se basa en el respeto mutuo, por parte de los docentes y alumnos, de relaciones justas, serias y humildes. Las libertades de los actores educativos están ligadas a asumir los actos que cada uno realizan. La libertad y la autoridad se asumen éticamente, lo que le da un carácter formador al espacio pedagógico.
El educando que ejerce su libertad, y en cuanto más libre se vuelva más éticamente asume la responsabilidad de sus actos. De esta forma va fundando su autonomía, ya que esta consiste en la responsabilidad asumida.
El no faltar a la verdad, a la hora que alguna pregunta, por parte de algún alumno, hace no faltar a nuestro compromiso ético. Como profesores tenemos el compromiso de seguir preparándonos y adquiriendo conocimientos, además del compromiso por cambiar las cosas.
La educación, especificidad humana, como un acto de intervención en el mundo, generar cambios de conductas, y en el pensamiento colectivo en donde se lleva a cabo el acto educativo. “… una pedagogía de la autonomía tiene que estar centrada en experiencias estimuladoras de la decisión y de la responsabilidad, valga decir, en experiencias respetuosas de la libertad”.
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Enseñar
exige conciencia del inacabamiento: Como profesor critico, soy
aventurero responsable y dispuesto a aceptar lo diferente la invención de la
existencia a partir de los materiales que la vida ofrecía llevo a cabo hombres
y mujeres a promover el soporte en que los otros animales continúan, en su
mundo, mundo de hombres y mujeres.
El soporte es el espacio, restringido o
extenso, al que el animal se prende “afectivamente” para resistir; es el espacio necesario para
su crecimiento y el que delimita su territorio.
Es el espacio en el que entrenado,
adiestrado, “aprende” a sobrevivir, a cazar a atacar, a defenderse en un tiempo
de dependencia de los adultos inmensamente menor del que el ser humano necesita
para las mismas cosas.
La invención de la existencia implica,
hay que repetirla, necesariamente el lenguaje, la cultura, la comunicación y
niveles más profundos y complejos que lo que ocurría y en dominio de la vida,
la “espiritualización “ del mundo, la posibilidad de embellecer o de afear el
mundo y todo eso definiría a mujeres y hombres como seres éticos .
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Enseñar
exige el conocimiento de ser condicionado: Me gusta ser persona
porque, inacabado, sé que soy un ser condicionado per o, consiente del
inacabamiento sé que puedo superarlo. Esta es una gran diferencia entre el ser
condicionado y el ser determinado. El inacabado que no se sabe como tal y el
inacabado que histórica y socialmente logro la posibilidad de ser inacabado.
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Enseñar
exige respeto a la autonomía del ser del educando: El
respeto a la autonomía y a la dignidad de cada uno es un imperativo ético y no
un favor que podemos o no concedernos unos a los otros. Precisamente por éticos
es por lo que podemos desacatar el rigor de la ética y llegar a su negación,
por eso es imprescindible dejar claro que la posibilidad del desvío ético no
puede recibir otra designación que la de transgresión. El profesor que
menosprecia la curiosidad del educando, su gusto estético, su inquietud, su
lenguaje, más precisamente su sintaxis y su prosodia; el profesor que trata con
ironía al alumno, que lo minimiza, que lo manda “ponerse en su lugar” al más
leve indicio de su rebeldía legítima, así como el profesor que elude el cumplimiento
de su deber de poner límites a la libertad del alumno, que esquiva el deber de
enseñar, de estar respetuosamente presente en la experiencia formadora del
educando, transgrede los principios fundamentalmente éticos de nuestra
existencia.
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Enseñar
exige buen juicio: la vigilancia de mi buen juicio tiene una
importancia enorme en la evaluación a cada instante, debo hacer de mi práctica.
Antes, por ejemplo, de cualquier reflexión más detenida y rigurosa, es mi buen
juicio el que me indica ser tan negativo, desde el punto de vista de mi tarea
docente.
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Enseñar
exige humildad, tolerancia y lucha en defensa de los derechos de los
educadores: La lucha en favor del respeto a los
educadores y a la educación significa que la pelea por salarios menos inmorales
es un deber irrecusable y no sólo un derecho. La lucha de los profesores en
defensa de sus derechos y de su dignidad debe ser entendida como un momento
importante de su práctica docente, en cuanta práctica ética. No es algo externo
a la actividad docente, sino algo intrínseco a ella. El combate en favor de la
dignidad de la práctica docente es tan parte de ella misma como el respeto que
el profesor debe tener a la identidad del educando, a su persona, a su derecho
de ser.
Enseñar es una especificad humana
Creo que una de las cualidades
esenciales que la autoridad docente democrática debe revelar en sus relaciones
con las libertades de los alumnos es la seguridad en sí misma. La seguridad que
se expresa en la firmeza con que actúa, con que decide, con que respectan las
libertades, con que discute sus propias posiciones, con que acepta
reexaminarse.
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Enseñar
exige seguridad, competencia profesional y generosidad: La
seguridad con que la autoridad docente se mueve implica otra, la que se
fundaren su competencia profesional. Ninguna autoridad docente se ejerce sin
esa competencia. El profesor que no lleve en serio su formación, que no
estudie, que no se esfuerce por estar a la alturada su tarea no tiene fuerza
moral para coordinar las actividades de su clase. Esto no significa, sin
embargo, que i la opción y la práctica democrática del maestro de la, maestra
sean determinadas por su competencia científica. Hay maestros y maestras
científicamente preparadas pero autoritarias a toda prueba.
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Enseñar
exige compromiso: Otro saber que debo traer conmigo y que tiene
que ver con casi todos a los que me he referido es el de que no es posible
ejercer la actividad del magisterio como si nada ocurriera con nosotros. Como
sería imposible que saliéramos a la lluvia expuestos totalmente a ella, sin
defensas, y no nos mojáramos. No puedo ser maestro sin ponerme ante los
alumnos, sin revelar con facilidad o resistencia mi manera de ser, de pensar
políticamente. No puedo escapar a la apreciación de los alumnos. Y la manera en
que ellos me perciben tiene una importancia capital para mi desempeño. De allí,
pues, que una de mis preocupaciones centrales deba ser la de buscar la
aproximación cada vez mayor entre lo que digo y lo que hago, entre lo que
parezco ser y lo que realmente estoy siendo.
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Enseñar
exige comprender que la educación es una forma de intervención en el mundo:
Otro
saber del que no puedo ni siquiera dudar un momento en mi práctica educativo-crítica
es el de que, como experiencia específicamente humana, la educación es una forma
de intervención en el mundo. Intervención que más allá del conocimiento de los
contenidos bien o mal enseñados y/o aprendidos implica tanto el esfuerzo de
reproducción de la ideología dominante como su desenmascaramiento. La
educación, dialéctica y contradictoria, no podría ser sólo una u otra de esas
cosas.
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Enseñar
exige libertad y autoridad: En otro momento de este texto me referí al
hecho de que no hemos resuelto aún el problema de la tensión entre la autoridad
y la libertad. Inclinados como estamos a superar la tradición autoritaria, tan
presente entre nosotros, nos deslizamos hacia formas libertinas de
comportamiento y descubrimos autoritarismo donde sólo hubo ejercicio legítimo
de la autoridad. Recientemente, un joven profesor universitario, de opción
democrática, comentaba conmigo lo que le parecía haber sido un desvío suyo en
el uso de su autoridad. Me dice, consternado, haberse opuesto a que un alumno
de otra clase permaneciera en la puerta entreabierta de su salón, conversando
con gestos con una de las alumnas.
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Enseñar
exige una toma consciente de decisiones: Volvamos a la cuestión central que
vengo discutiendo en esta parte del texto: la educación, especificidad humana,
como un acto de intervención en el mundo. Es preciso dejar claro que el
concepto de intervención se está usando sin ninguna restricción semántica.
Cuando hablo de la educación como intervención me refiero tanto a la que
procura cambios radicales en la sociedad, en el campo de la economía, de las
relaciones humanas, de la propiedad, del derecho al trabajo, a la tierra, a la
educación, a la salud, cuanto a la que, por el contrario, pretende reaccionariamente
inmovilizar la Historia y mantener el orden injusto .Estas formas de
intervención, que enfatizan más un aspecto que otro nos dividen en nuestras
opciones con relación a cuya pureza no siempre somos leales.
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Enseñar
exige saber escuchar: Recientemente, platicando con un grupo de
amigas y amigos, una de ellas, la profesora Olga ir García, me dijo que, en su
experiencia pedagógica de profesora de niños y de adolescentes pero también de
profesora de profesoras, venía observando cuán importante y necesario es saber
escuchar. Si, en verdad, el sueño que nos anima es democrático y solidario, no
es hablando a los otros, desde arriba, sobretodo, como si fuéramos los
portadores de la verdad que hay que transmitir a los demás, como aprendemos a
escuchar, pero es escuchando como aprendemos a hablar con ellos. Sólo quien
escucha paciente y críticamente al otro, habla con él, aun cuando, en ciertas
ocasiones, necesite hablarle a él. Lo que nunca hace quien aprende a escuchar
para poder hablar con es hablar impositivamente. Incluso cuando, por necesidad,
habla contra posiciones o concepciones del otro, habla con él como sujeto de la
escucha de su habla crítica y no como objeto de su discurso.
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